Recuerdo a la perfección aquellos días en los que alguien me
hizo daño, soy una de las tantas personas a las que les cuesta muy poco
perdonar pero mucho olvidar. Es lo más lógico, no voy a ganar nada enfadándome
con alguien, si no todo lo contrario, me perjudicaría a mi misma. Y por esa razón,
siempre intento pasar página lo más rápido posible, sin darle demasiada
importancia a las cosas, tomándome la vida con humor. Pero también es cierto,
que aunque por fuera parezca que lo he olvidado todo, no he borrado absolutamente
nada de mi memoria. Sigo acordándome de lo que sucedió, de todas esas explicaciones
que me dieron y de esas palabras que me llegaron hacer tanto daño. No me gusta recordarlas
muy a menudo, porque sé que en ocasiones, el dolor puede volver a florecer y a
aparecer de nuevo todo lo que ‘’parecía’’ olvidado.
Sí, muchas veces hasta yo misma creo haber olvidado algo,
pero cuando menos me lo espero, miro hacia atrás y vuelvo a ver todo lo que pasó,
con detalles exactos. Es en ese momento en el que me empiezo a preguntar el por
qué de las cosas. ¿Por qué lo hizo? ¿Es qué es una mala persona? ¿Disfrutó haciéndome
daño?
Hasta hace poco, no encontraba respuestas a mis preguntas,
no entendía nada y al final, volvía hacer lo que siempre hago, ignorar los
problemas. Pero un día, llegó el momento en el que tuve que herir a una
persona. Lo hice porque no me quedaba más remedio, no me consideré una mala persona
por hacerlo y desde luego, no disfruté haciéndolo. Por fin encontré una solución
a mis preguntas, y esa una era suficiente, más que suficiente. Todos,
absolutamente todos, hacemos daño algún día. Más tarde o más temprano, en mayor
o en menor grado. Eso depende de ti.
Por eso hoy estoy orgullosa de ser la típica persona que te
va a poder perdonar, porque por encima de todo, te va a entender. Eso sí, no
esperes que pueda olvidar, no porque no quiera, si no porque es algo
complicado. Ojala que pudiera hacer ambas cosas.
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