Ensayo viernes 19.

¿Cuándo maduramos realmente?
Sinceramente, no recuerdo cuándo fue la última vez que jugué con mis muñecas. Ni tampoco, la última vez que mi madre me cogió de la mano para cruzar la calle.
Hoy, mis miles de barbies permanecen intactas al fondo de un baúl que ni si quiera sé dónde está.
Y hoy, mi madre no me obliga a agarrar su mano cada vez que atravesamos una carretera. La verdad es que ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que salí con ella al mundo.
Ya no madrugo los sábados por la mañana para no perderme los dibujos.
Y mi día preferido, ya no es el cinco de Enero.
Pero haber dejado atrás todas estas cosas que consideramos infantiles, no me hacen sentirme más madura. Si no todo lo contrario.

Dejar de utilizar un cigarrillo de mentira por uno de verdad, no es madurez.
Comprarme los tacones más altos de la tienda, no es ni mucho menos sinónimo de ello.
Y decir que no necesito a mis padres para nada, tampoco lo es.
Entonces, si un día dejé atrás mi niñez para convertirme en una persona adulta, ¿por qué no me siento del todo madura?

Esta pregunta es muy personal. Por eso, la identifico como mi pregunta. Pero que sienta que sea mía, no significa que no quiera convertirla en vuestra. Quiero que mi pregunta ocupe un pequeño lugar en vuestra mente, y que así, podáis comenzar a pensar conmigo, pues creo que si una pregunta no sale al mundo exterior, nunca encontraremos respuesta.
Desde luego, en una pregunta como esta, no existe una respuesta exacta, ni nunca existirá. Esto no es un problema de matemáticas donde la solución sea cero. Aquí, la respuesta puede ser cero, cincuenta, cien o mil. Depende de la persona que seas tú, depende del problema de matemáticas que seas.

He leído una y otra vez el enunciado de mi vida, y por más que lo intento, no encuentro la solución. En este caso, la letra x representa la madurez. Se supone que necesito encontrarla, pero no hay manera.
A una infancia, le sumo cien experiencias. Cien experiencias, que tendrían que haberme ayudado a encontrar la solución. Aún así, mi resultado no es el esperado.

Creo que el problema de mi vida, es que siempre me han dado instrucciones para vivirla.
''No fumes, eso es de mayores.
Tampoco salgas, que también lo es.''

Nada es para mayores, ni tampoco para pequeños. Todo lo que hacemos a gusto, es para nosotros. Da igual que tengas tres años, dieciséis, treinta o sesenta. Somos una única persona, con la peculiaridad de cumplir años, pero eso no significa que tengamos que cambiar dependiendo de nuestra edad.

Siempre he dicho, que según va avanzando la vida, los gustos cambian.
Quizá ya no te guste saltar a la comba, pero que un día te encantara hacerlo no te convertía en una persona más inmadura.
Un día, en un parque, puedes encontrarte a un adulto jugando al pille pille y a un niño hablando sobre política, ¿piensas que el niño es más maduro que el adulto? Yo creo que no. Es más, ni si quiera pienso nada. Ambos pueden ser igual de maduros, o igual de inmaduros. Pero en ese momento están haciendo lo que les apetece, sin más.

Ahora, decidme:
¿De verdad creéis que hay diferentes edades para cada cosa y para cada momento?
¿Y de verdad creéis que hay cosas maduras e inmaduras?


Haz lo que quieras, cuando quieras. Sea conveniente, o no. Eso sí, siempre y cuando estés seguro y a gusto de lo que haces.