domingo, 14 de abril de 2013

¿Y si algún día me convierto en lo que siempre he odiado?

Un día mi madre me aconsejó leer un artículo del País, no recuerdo quién era la autora ni cómo se titulaba, lo único que no se me ha olvidado es el contenido (lógicamente) y que quien lo escribía era una mujer.
Contaba la historia de una madre y su hija, y de como la madre tenía que prohibirle a su hija ciertas cosas, como el hecho de hacerse un tatuaje o llegar tarde a casa. La niña no entendía la actitud de su madre, pues veía como sus amigos eran totalmente libres. Si los demás chicos querían tatuarse una tarántula en la espalda o pasar la noche fuera de casa, sus padres se lo toleraban, o al menos, eso parecía. Entonces, la chica se sentía agobiada y recurría a los típicos insultos: ''Te odio, y te voy a odiar siempre y además, nunca te voy a entender''. Finalmente, la madre contaba que a ella le sucedía exactamente lo mismo cuando era adolescente, y que a día de hoy, comprendía a la perfección el comportamiento de su madre. Y explicaba, que a su hija le ocurriría lo mismo dentro de un años, y a la hija de su hija, también. Desde su punto de vista, era una especie de proceso que se repetiría siempre.
Después de leer este artículo, apareció una nueva pregunta en mi vida como de costumbre:
¿Y si algún día me convierto en lo que siempre he odiado?
Con esta pregunta no quiero decir que odie a mi madre ni mucho menos, lo que ocurre es que esto se puede aplicar a diversos aspectos de la vida. Aunque también creo que el ejemplo de la familia y las diferentes etapas que transcurren en ella, es un buen ejemplo para explicar mi pregunta.
Cuando somos adolescentes, nos gusta hacer las cosas a nuestra manera sin importarnos las consecuencias que pueden acarrear esas decisiones. Por ejemplo, si llega el sábado y por cualquier circunstancia decido no pisar mi casa, me gustaría que ninguna persona me lo prohibiera ni que tampoco me lo reprochara. El problema es que al día siguiente probablemente no pudiera levantarme de la cama del cansancio. Y los padres lo que pretenden es avisarnos de los que nos puede ocurrir, pues se supone que ellos tienen la suficiente experiencia. ¿Pero por qué no puedo elegir el darme cuenta de las cosas por mí misma? De nuevo, no encuentro respuesta. No soy madre, ni pretendo serlo de momento, aunque creo que si algún día lo soy, por fin lo entenderé.
También tengo otro ejemplo, y supongo que los lectores más radicales, os sentiréis identificados con el. Me pondré a mí misma de ejemplo. Si yo, a día de hoy, odio a los policías, maderos, picoletos y demás, quiero pensar que siempre los odiare. No me gustan la labor que ejercen y nunca me va a gustar. Pero imaginaos que a medida de que pasan los años, mi forma de pensar va cambiando y acabo siendo policía, requisando drogas y haciendo controles de alcoholemia. Que estupidez, ¿no?. Lo de la estupidez lo pienso ahora, pero si algún día acabara siendo lo que siempre he odiado, no pensaría esto, pues estaré haciendo lo que en ese momento me gusta, sin más.
Por lo tanto, la reflexión que saco a partir de esta pregunta, es que no hay que pensar en lo que me puede dejar de gustar al cabo de los años, simplemente hay que hacer lo que nos apetece en cada momento.

3 comentarios:

  1. María comparto todo lo que has dicho en tu disertación, me identifico aunque no sea del todo , una parte de mi se identifica al leer este ensayo.Siempre me han encantado tus ensayos porque te hacen pensar,por lo menos a mí.
    Sigue así.

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    1. Muchísimas gracias. Me gusta que te sientas identificada con lo que escribo y mucho más que te hagan pensar.
      Un beso.

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  2. María con otro ensayo tuyo que me siento identificada, creo que a la mayoría de los adolescentes hoy en día nos ocurre lo mismo o incluso parecido. Y es cierto que nuestros padres siempre nos advierten en todo momento de todo porque quieren lo mejor para nosotros y nos lo dicen por nuestro bien y si nos lo dicen será por algo porque no quieren que nos pase nada. Sigue así un beso!

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